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El protagonismo de la persona para el cambio en entornos inciertos

POR RODOLFO COTRINA | 24 DE NOVIEMBRE DE 2020

Esperamos que los líderes se centren en el quién dentro de la organización, es decir en las personas para gestionar con éxito el cambio en entornos inciertos.

Sin duda, todos los líderes en las organizaciones, desde grandes a pequeñas, están abocados a virtualizar sus productos después de lo vivido con la primera pandemia global de la historia.

Por ello, se replantean desde el modelo mismo del negocio hasta los diversos factores que hacen posible su funcionamiento como los insumos, las maquinarias, las herramientas, los procesos, la tecnología, las técnicas, la cultura, entre otras variables.

Sin embargo, es fundamental diferenciar entre la gestión de las cosas y las personas. No es lo mismo un qué que un quién dentro de la organización. Reconocer un quién posibilita abrir el encuentro del otro en una relación de similar dignidad. Allana el camino hacia la reciprocidad, la que facilita que líderes y colaboradores se reconozcan como un equipo en la mente, pero también en el corazón.

Si podemos reconocer un quién en cada uno de nuestros colaboradores asumiremos también que cada miembro del equipo es único y tiene cualidades exclusivas. Eso, en entornos inciertos, es clave para fomentar la innovación, la creatividad, el compromiso y la alegría de ser parte de un equipo que sale a ganar y que reconoce el aporte de cada uno de sus integrantes. Ser parte de un equipo y servir a otros son parte de las realizaciones genuinas de la persona.

El individualismo genera aislamiento

En realidad, esta vuelta a la centralidad de la persona en la organización no es nada nuevo. Es parte de los mismos pendientes que tiene la misma sociedad actual que marcha sobre unos paradigmas alejados de la realidad co-existencial de la persona, que, en otras palabras, es la necesidad vital de ser parte de un grupo. Esta problemática del hombre moderno la podemos resumir, como nos plantea el pensador Martín Buber, en la soledad y el desamparo existencial.

La soledad es causada por la cultura individualista omnipresente en la publicidad, cine, teatro, televisión, series, grupos, celebridades, entre otros. Y que trasciende a la organización e incluso es fomentada en su interior. Por lo que no debe extrañarnos que sea más difícil contar con equipos comprometidos de verdad. Y que muchos colaboradores se sientan aislados.

Si nos planteamos que la empresa está formada principalmente por personas, los cambios deben comenzar por allí. Las mejores tecnologías o las herramientas más avanzadas no van a funcionar solas. Es más, las innovaciones las descubren las personas no las herramientas o los sistemas. Pero, obviamente, si tienes mejores herramientas y mejores personas tienes un equipo que apunta a la excelencia.

Por ello, el cambio, en estos tiempos de incertidumbre, debe ser comunicado por los líderes con transparencia, confianza y empatía; pero también con un propósito que integre a todo el equipo y sin dejar de lado el reconocimiento mutuo del protagonismo de los líderes y de todos los colaboradores. Esas son cinco cualidades básicas para toda comunicación participativa que es vital siempre y que hoy se hace indispensable.

Un tiempo para volver a la persona

Esta pandemia ha generado el tiempo para que tanto los líderes como sus colaboradores puedan reflexionar sobre el valor del trabajo para su florecimiento personal. Cómo el trabajo es una de las formas esenciales de realización humana, llega un momento en que se le extraña. Ello porque el trabajo hace que la vida tenga un sentido vital, pues nos hace sentirnos útiles para otros y en compañía de otros.

Vemos cómo a pesar del individualismo reinante, se mantiene el espíritu de servicio a los otros por medio de la gran acogida a los voluntariados, que son, a fin de cuentas, trabajos no pagados; lo que esclarece que el valor del trabajo no está centrado fundamentalmente en el dinero que recibes, sino en el sentirte útil para otros, incluso en otros que sabes qué no te van aportar luego nada; pero, que nos hace felices, en un plano superior, por ser algo existencial.

Por ello, esperamos que los líderes se centren en el quién dentro de la organización, es decir en las personas para gestionar con éxito el cambio en entornos inciertos.

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